"¿A qué se debe el silencio ensordecedor, en especial de los hombres de la industria, cuando uno de los nuestros es señalado por tener un desagradable gusto por humillar y traumatizar a las mujeres?”, se preguntaba la actriz y creadora de la serie ‘Girls’, Lena Dunham en una carta publicada en The New York Times hace unos días, en plena tormenta y bochorno sobre el escándalo del productor más poderoso de Hollywood, Harvey Weinstein, un depredador sexual durante tres décadas que ha violado, acosado y agredido sexualmente a un por ahora indeterminado número de mujeres que desde hace unos días se han decidido a comenzar a hablar y contar su experiencia.

Mientras, pocos, muy pocos actores han salido a hablar después de saberse lo que ya se sabe, ellas, todas las que están apareciendo para relatar sus horripilantes encuentros con Weinstein, son las víctimas y tienen varias características en común: muy jóvenes y recién llegadas a la industria intentando abrirse camino. Y ahí se toparon con el todopoderoso productor, un hombre capaz de construir y destruir carreras, físicamente grande también, que las citaba en un hotel para tener una entrevista, en muchas ocasiones en presencia de asistentes a los que despedía rápidamente para quedarse a solas. Entonces les proponía que le masajearan, que se ducharan juntos, que le vieran masturbarse o que le masturbaran. Hay al menos tres casos de violaciones, entre ellos el de las actrices Rose McGowan y Asia Argento, como desveló The New Yorker unos días después de que The New York Times publicara la primera información sobre lo que Weinstein llevaba haciendo durante décadas. 

Gwyneth Paltrow y Angelina Jolie salieron al día siguiente del reportaje de The New Yorker. La primera relató que tenía solo 22 años y el productor le pidió un masaje: “Era una niña, estaba petrificada”. Paltrow por entonces mantenía una relación sentimental con Brad Pitt y se lo contó. El actor se enfrentó directamente a Weinstein, le cogió por el cuello de la camisa y le amenazó. Angelina Jolie sintetizó: “Tuve una mala experiencia con Harvey Weinstein en mi juventud y como resultado decidí no trabajar con él de nuevo y avisar a otros cuando lo hicieron”. Incluso los avisos tenían también efectos devastadores. Así lo asegura la actriz Kate Beckinshale, que ayer mismo escribió en su cuenta de instagram como el productor la recibió en albornoz en la habitación de un hotel cuando sólo tenía 17 años y le ofreció algo de beber, ella dijo no y se marchó: “Unos cuantos años después me preguntó si había intentado algo conmigo cuando nos conocimos y me di cuenta que él no era capaz de recordar si me había agredido o no. Le dije no profesionalmente en numerosas ocasiones a lo largo de los años y algunas veces terminó gritándome zorra y amenazándome. Decir ‘no’ ha dañado mi carrera y sólo encontré apoyo en mi familia. Un amigo que sabía lo que me había sucedido avisó a una actriz joven que tenía una cita con él y al día siguiente recibió una llamada de teléfono asegurándole que jamás trabajaría en Miramax -la productora que fundó Weinstein- después de que la chica se acostara con Weinstein y le contara que se lo habían advertido. Dejemos de permitir que nuestras jóvenes sean carne de cañón sexual y recordemos que Harvey es un emblema de un sistema que está enfermo y que tenemos trabajo por hacer”.

Dentro de ese sistema las mujeres han sido las acosadas, violadas y agredidas por Weinstein. A la pregunta de por qué no lo han dicho antes, todas las que lo han hecho describen las mismas emociones; por miedo, por vergüenza, por no verse estigmatizadas por el escándalo y pagar el consecuente precio ya no solo en su vida profesional, sino personal. Por temor a que no las creyeran. A las primeras en romper el silencio Meryl Streep las ha calificado de “heroínas”, mientras que Jane Fonda admitía en una entrevista: “Me enteré hace un año de lo que pasaba con Weinstein y ahora me avergüenzo de no haber dicho nada”. Heather Graham también ha reconocido sentirse avergonzada porque Weinstein se le insinuó en varias ocasiones, ella dijo no y nunca la contrató, pero tampoco habló de lo que le había sucedido y cuando vio las declaraciones de Ashley Judd -una de las primeras en salir públicamente a denunciarle-, pensó: “Si me hubiera comportado tan heroicamente como Ashley, si hace una década hubiera hablado de lo que me pasó podría haber salvado a incontables mujeres de la misma experiencia que tuve yo o incluso de peores”. 

Desde que se publicó, no pasa un día sin que una actriz salga a contar su caso. ¿Por ejemplo? La francesa Léa Seydoux, que explica en una carta: “Me invitó a su habitación a tomar una copa. Subimos. Es difícil decirle que no a alguien tan poderoso. Todas las chicas le tienen miedo. Pronto su ayudante se fue y nos dejó solos. Ese es el momento en que empezó a perder el control. Estábamos en el sofá cuando, de repente, saltó sobre mí y me intentó besar. Tuve que defenderme. Es grande y gordo, así que tuve que usar la fuerza para resistirme. Me marché de su habitación, disgustada. Una noche, coincidimos en Londres por los BAFTAS. Estaba pegando a una chica joven. Otra vez en la gala Met, estaba intentando convencer a una chica joven de que se acostara con él. Todo el mundo podía ver lo que estaba haciendo”. Seydoux va más allá de Weinstein y describe más experiencias: “La primera vez que un director hizo un comentario inapropiado sobre mi tenía veintitantos. Era un director que me gustaba y al que respetaba. Estábamos solos y me dijo ‘me gustaría tener sexo contigo. Me gustaría follarte’. Otro director con el que trabajaba alargaba las escenas de sexo durante días. Se quedaba mirándonos, rehaciendo las escenas una y otra vez. Fue muy desagradable. Otro director intentó besarme. Como con Weinstein, tuve que usar la fuerza física. Se comportó como un loco, alucinando porque no quisiera acostarme con él”.

Las mujeres no dejan de aparecer, de contar, de decir en voz alta lo que les ha sucedido con Weinstein o con otros, de reconocer sentirse avergonzadas ya sea por acción u omisión. Siempre culpables. Vergüenza por todo. Pero, como se preguntaba Lena Dunham: ¿A qué se debe el silencio ensordecedor de los hombres de la industria? En su twitter, Jessica Chastain también explotaba: “Estoy asqueada de los medios que sólo le piden a las mujeres hablar. ¿Qué hay de los hombres? A lo mejor tienen miedo de mirar a su propio comportamiento… A mí me lo advirtieron. Las historias estaban en todos lados. Negarlo es abonar el terreno para que vuelva a suceder algo igual”.

Para que, ya no el mundo del cine, sino el mundo en general sea un lugar mucho más justo y habitable donde las mujeres no sean acosadas y amenazadas como mal menor, desfiguradas, violadas, o asesinadas en los peores, es necesario que nosotras seamos fuertes, valientes, que no nos callemos, que no tengamos miedo, que nos enfrentemos, que peleemos. Sí, vale, personalmente lo hago. Pero me pregunto ¿y qué hay de vosotros? No acoses, no amenaces, no menosprecies, no violes, no mates. Y si ves a algún hombre hacerlo denuncia, no te calles. Sé valiente tú también. Y si no, ojalá que te dé mucha vergüenza, que te persiga la culpa, igual que nos pasa a nosotras. Esa puñetera y maldita vergüenza de las mujeres.

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