Una niña de 13 años denunció haber sufrido una violación grupal en Nochebuena en Palma de Mallorca. La niña en cuestión estaba en un centro tutelado de menores del que se había escapado y fue supuestamente violada por seis adolescentes de entre 14 y 17 años. Además, una chica de dieciséis años habría actuado como alcahueta, amenazándola para que accediera a tener sexo con los chicos. La niña ya había acudido en dos ocasiones anteriores el año pasado al hospital afirmando haber sido violada. A raíz de su caso el Diario de Mallorca destapó que no era uno excepcional, aislado. Es más, lleva ocurriendo desde hace al menos una década: menores tuteladas que son violadas y que a las que prostituyen. Menores procedentes de familias con desatenciones graves y que han sufrido previamente abusos sexuales o maltrato.
Educadores de los centros de protección de menores del Instituto Mallorquín de Servicios Sociales (IMAS), dependiente del Consell de Mallorca, han denunciado que la prostitución de las niñas acogidas está “totalmente extendida” y que en algunos centros (de los 30 que hay en Mallorca) llega casi a la totalidad de las adolescentes custodiadas. El Consell ha reconocido ya 16 casos de explotación sexual infantil. El asunto pone los pelos de punta; las menores se escapan de los pisos de protección y son captadas mediante dinero y drogas para prostituirlas. La Administración lo sabía desde hace tiempo y no se ha tomado ninguna medida, así que los rivales políticos del actual Gobierno balear formado por PSOE, Podemos y Més per Mallorca, están utilizando el escándalo para sacar tajada. Les asiste la razón en que lo han intentado ocultar, que en sus comparecencias después de las informaciones del Diario de Mallorca minimizaron los hechos, cuando no ocultaron información, y que deberían haber actuado antes. Tienen razón también en que es intolerable que algo así suceda, pero sus justificables gritos al cielo y golpes de pecho tienen un aire teatral. Los profesionales que trabajan con las menores han asegurado a varios medios que hace una década ya había casos y entonces gobernaba el PP. Y José Ramón Bauzá -también del PP- fue presidente del 2011 al 2015. Aprovechar ahora el estrépito para sacar rédito político es indecente, aunque evidentemente alguien debe asumir la responsabilidad ante la ausencia de respuestas a una realidad gravísima y, sobre todo, tomar medidas urgentes.
Dicho esto, en ninguno de los artículos que he leído sobre el caso se apunta a los puteros. En ninguno. El Consell ha fallado, el IMAS ha fallado: las menores en situación de riesgo han terminado siendo prostituidas. Niñas de 13 años. ¿Y ellos? ¿Y los hombres que han abusado de menores? Esos señores con dinero, algunos seguro que con familia, que parecen llevar una vida ‘normal’ y que saben que están abusando de una menor, ¿qué? ¿Se lo contarán a los amigos entre risas? ¿Alardearán de ello? ¿Tomarán fotos y harán vídeos que van enseñando?
Hace un año se realizó un estudio por parte de la Universidad de Comillas para el Gobierno. En él se indicaba que uno de cada cinco hombres admitía haber pagado recientemente por sexo, pero los propios investigadores destacaban que el hecho de que un 20% se atreviera a reconocer algo tan oculto, indicaba que deben ser muchos más. España se ha convertido en el tercer gran consumidor de prostitución del mundo, solo por detrás de Tailandia y Puerto Rico. Según un estudio de la fundación Scelles que recoge datos de Eurostat, la prostitución genera unos cinco millones de euros al día y supone un 0,35% del PIB español. Los expertos aseguran que alrededor del 90% de las mujeres prostituidas son víctimas de trata. Y a los puteros les da igual. O se hacen los locos con el yo no lo sabía, o los idiotas con el parecía mayor, pero el hecho es que son capaces de deshumanizar hasta tal punto a una mujer que sólo ven un objeto, un agujero. El ‘cliente’ nos sigue resultando invisible en esta sociedad a pesar de todos los datos, de las estadísticas y de los escándalos como el que ha surgido ahora en Mallorca porque los hemos observado toda la vida con indulgencia, con una espantosa normalidad.
Empecemos a mirar a los puteros. A señalarlos con el asco que se merecen. A apuntarlos como la escoria que son. A admitirlos como sanos hijos del patriarcado y no como enfermos degenerados. Es la única manera de verlos.
