La periodista y presentadora de la BBC, Samira Ahmed, ganó hace una semana la demanda por discriminación salarial por ser mujer contra la corporación pública británica. Ahmed percibía un salario de 465 libras por cada episodio del programa informativo ‘Newswatch’ mientras que su colega Jeremy Vine ganaba unas 3.000 libras por cada entrega de ‘Points Of View’. “Jeremy Vine se limitaba a leer el guion desde el teleprompter. Lo leía en el tono en el que estaba escrito. Si se le decía que hiciera un movimiento de ojos, lo hacía. No se requiere una habilidad especial ni una experiencia concreta para hacer eso”, dictaminaron los jueces en respuesta a los argumentos de la BBC, que aseguraba que era necesario que el programa de entretenimiento contara con un presentador con talento y carisma y que eso tenía un coste, aunque reconoció durante el juicio que pagaba a la periodista entre un 50% y un 33% menos que a sus colegas.
En el 2017 la BBC se vio obligada a publicar los sueldos de sus empleados y, ¡oh sorpresa! se comprobó que ellas cobraban menos que ellos. Karen Martin, subdirectora de informativos, rechazó un ascenso laboral porque su sueldo era de 12.000 libras anuales menos que el que recibían sus colegas masculinos con los mismos cargos. La productora Caroline Barlow acordó una indemnización de 130.000 libras para retirar la demanda de discriminación por género. En su caso citaba el sueldo de 15 hombres que hacían un trabajo como el suyo en la BBC y recibían mayores salarios. Con la sentencia favorable a Samira Ahmed y el apoyo público que ha recibido por parte de sus colegas, mujeres obviamente, la corporación deberá ponerse las pilas a partir de ya y dejar de discriminar a sus periodistas sólo por el hecho de ser mujeres.
La discriminación salarial no es la única afrenta que tienen que soportar las mujeres periodistas. Hace unos días una amiga que trabajó para una importante cadena de televisión me contó que cuando la contrataron su jefe la comentó en la primera reunión que los motivos para hacerlo eran su profesionalidad, naturalidad y los contactos profesionales que había adquirido durante su carrera. Y que a continuación añadió: “Eso sí, ya sabes cómo funciona esto, la imagen es importante así que te recomendaría que en tus redes sociales seas más abierta, te muestres más sensual”. La belleza, la juventud, son un factor innegable a la hora de contratar a las periodistas en televisión. El estándar estético no es ni mucho menos tan rígido a la hora de contratar hombres. Los años en el caso de ellos significan experiencia y credibilidad, mientras que en el de ellas suele ser una condena.
Enfrentarte al jefe o a la cadena puede suponer además la muerte profesional. Pasas a ser considerada como una persona problemática cuando no una ambiciosa sin escrúpulos. La ambición en las mujeres no se premia igual tampoco que la de los hombres. Ellas son calculadoras, despiadadas y crueles. Ellos valientes, competitivos, tienen empuje. Así le sucedió a la periodista Carrie Grace, corresponsal en China de la BBC que también denunció a la BBC y ganó, pero que ha admitido que su lucha la llevó a la depresión y a ser tratada como una paria por parte de sus compañeros masculinos. Su caso y el de Samira Ahmed no solo han sentado jurisprudencia, sino que han servido para que la opinión pública conociera la realidad de la brecha salarial y se haya colocado mayoritariamente a su favor por la injusticia manifiesta. Año 2020 y todavía tenemos que seguir peleando para que nos consideren, nos traten y nos paguen igual que a los hombres. Y lo que nos queda.
