"Me juré que no tendría nunca más el pelo rizado, y efectivamente, me los desricé durante muchos años. Acababa de dar el primer paso hacia la degradación de mí mismo. Me había unido a esa multitud de negros de América que, a base de lavados de cerebro, acaban creyendo que los negros son inferiores -y los blancos, superiores- hasta tal punto que no vacilan en mutilar y profanar los cuerpos que Dios les ha dado para parecer "guapos" a los ojos de los blancos", Malcom X
Fue en la cuenta de twitter de Naomi Campbell donde me enteré que una sudafricana, Zozibini Tunzi, se alzó el domingo con el título de Miss Universo. Porque aunque el jurado del certamen de este año sólo estaba conformado por mujeres y varias de sus participantes aprovecharon la ocasión para denunciar la violencia machista, poca cosa se ha oído en los medios.
Se da la casualidad que cuatro de los principales concursos de belleza (Miss USA, Miss Teen USA, Miss América y ahora, Miss Universo) han coronado a mujeres negras como sus ganadoras al mismo tiempo. Y no sólo eso. De las cinco nominadas a modelo del año en los Fashion Awards que cada año otorga el British Fashion Council, cuatro son de descendencia africana. En 2013, Campbell denunció la falta de diversidad racial en la industria de la moda: más del 90% de las modelos que desfilaban en Nueva York, París, Londres y Milán eran blancas. Se detallaron entonces el nombre de las marcas que llevaban años sin trabajar con razas distintas a la caucásica. Aquel señalamiento de la realidad hizo que empezaran a cambiar las cosas...
Antes de tener conciencia social, ya era esteta. Lo digo porque de pequeña deseaba ser de raza negra. No por un sentimiento de solidaridad y acompañamiento (nadie me había explicado el hijoputismo del supremacismo blanco); sólo porque estaba claro que "eran muchos más guapos" (rasgo que señalaba hasta la saciedad a todos mis familiares y los niños que jugaban conmigo). Mi barriguita negra destacaba por encima de las demás. El color de las ropas le quedaba mucho mejor y sus facciones eran la definición de belleza. Y cuando vi por primera vez a un hombre de tez negra (a finales de los 80, y en un pueblo perdido en el interior de Catalunya, no era tan común), sólo pensé en lo blanca y fea que era la nuestra (la mía y la de los demás que me rodeaban todo el tiempo). Quizá a Coco Chanel le pasó algo parecido y, por eso, decidió que la piel bronceada de los campesinos y marineros iba a ser desde entonces signo de distinción y la lechosa de los aristócratas con su sangre azul la cosa más vulgar del mundo.
Por supuesto, mi rey preferido siempre fue Baltasar. Y me preocupaba que ninguno de mis tres hermanos lo hubieran escogido a él también. ¿No apreciaban su belleza? Desgraciadamente, en Cardona lo pintaban (¿pintan?) pero si mi primo me hacía ver a los pajes saltar por los balcones para dejar los regalos; mi cabecita también me permitía imaginar que Baltasar era negro y mágico y no el padre de mi vecina maquillado. En fin, la inocencia no duró mucho. Y cuando descubrí la esclavitud y el racismo me petó la cabeza. Entonces, esta obsesión mía de buscar razones estéticas a todo me llevó a idear una teoría que consistía en que los blancos odiaban a los negros porque eran mejores (esta teoría la aplico también para entender la imposición del patriarcado; nos sometieron con fuerza física -lo único que tenían- porque se dieron cuenta que las Diosas creadoras y poderosas éramos nosotras).
Y durante mi adolescencia, claro que me parecía guapísima Cindy Crawford pero lo de Naomi Campbell era otra liga (lo constataría años más tarde al encontrármela en una cafetería de París). Leer la biografía estilística en inglés de Malcom X fue una de las experiencias más satisfactorias de mi vida: cómo cada cambio estético representaba un cambio ideológico en la trayectoria del activista por los derechos de los afroamericanos. Y, por supuesto, brutal y revelador fue tomar consciencia de toda la renuncia estética a la que los habíamos sometido. Angela Davis y su pelo afro fue durante décadas la gran amenaza para las autoridades estadounidenses. Porque la vestimenta negra es dentro del lenguaje indumentario una lengua en sí misma. No hay dandys como los negros. Para mí, el talento de los negros con el vestido es su pequeña venganza. "Los blancos inventaron la ropa, pero nosotros hacemos arte con ella", advierten en el Congo.
En serio, no hay color. Bendita sea su presencia.
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