Asistimos al auge de la ultraderecha como si nos notificaran que mañana llega una borrasca de agua y viento: como si no lo pudiéramos evitar. Esta manía de normalizar el fascismo hay que quitársela. Pero ya. Los 52 escaños que ha conseguido VOX son una vergüenza se mire por donde se mire y no debemos acostumbrarnos a su porquería ni encogernos de hombros pensando que ya caerán. El fascismo no se tolera, se combate.
Sí. Hay líneas rojas. Que tres millones y medio de españoles les hayan votado da medida del desastre y no de las tragaderas. Educación e información son los únicos remedios. Vivimos en un mundo tan extraño que digerimos como ‘cosas que pasan’ que una superviviente de un campo de extermino nazi deba llevar escolta por las amenazas que recibe. Y en lugar de llevarnos las manos a la cabeza horrorizados lo dejamos pasar entre las noticias del día, incluyendo si hará sol o lloverá. Y no.
Se llama Liliana Segre, tiene 89 años y fue una de los 776 niños italianos menores de 14 años deportados al campo de concentración de Auschwitz. Sólo pudieron salir 25 de ellos. Ha dedicado gran parte de su vida a visitar escuelas para contar sus horrores, y en el 2018 fue nombrada senadora vitalicia. Desde la semana pasada la acompañan dos carabineros en los actos públicos porque recibe unos 200 mensajes diarios intimidatorios.
La presión, los insultos, las amenazas, sobre la superviviente del Holocausto han crecido desde que propuso instituir una comisión parlamentaria para combatir el odio, el racismo y el antisemitismo. La Cámara Alta aprobó la moción con 151 votos a favor, pero lo tuvo que hacer con la abstención de los tres partidos de la derecha italiana –la Liga, Forza Italia y Hermanos de Italia–, cuyos parlamentarios optaron por permanecer sentados en sus escaños mientras el resto del hemiciclo se levantó a aplaudir. Según Salvini en Italia no hace falta una comisión de este tipo “porque no hay fascistas”. En la negación de la realidad los fachas son imbatibles, así que habrá que combatirles con los hechos y aislarlos como los bichos que son.
No me pienso acostumbrar a verles en el Congreso, a escucharles, a su ruido y su discurso propagando el odio al diferente. No puede ser que nos quedemos con que cada acción tiene una reacción y apuntar a la izquierda, al llamado conflicto catalán o a que viene el frío y se cambió la hora para explicar el auge de la ultraderecha. Uno ya me parece mucho, 52 son intolerables.
