Lo que no se ve, no existe. Lo que no se cuenta, no se sabe. Ojos que no ven, corazón que no siente. Cualquiera de las frases serviría para una campaña de publicidad de la Unión Europea. Y cuando lo decimos así, la UE, es como si no formáramos parte de ella. Igual que cuando utilizamos la palabra migrantes en lugar de personas. Sirve para despegarnos emocionalmente y dejar un espacio que nos permite vivir como si todos y cada uno de nosotros no tuviéramos responsabilidad en lo que está sucediendo. Ni puñetero caso, no es nuestro problema.
“He visto mujeres llegar sin pezones y llenas de mordiscos, violadas, muchas embarazadas víctimas de las mafias en Libia. Objetos, juguetes sexuales. Y esas son las que he visto, así que imagina las que no… Ahí está la razón por la que a pesar de todo les da lo mismo poner su vida en riesgo en un barco de madera o de plástico; porque su vida no vale nada allá donde están y sufren torturas, esclavismo, tráfico de órganos. Y no son cifras, son personas”, describe con crudeza Òscar Camps, el fundador de la ONG Proactiva Open Arms que ha salvado ya a 58.000 personas de una muerte segura. Las donaciones se han desplomado en estos últimos meses porque no parece importarle a la opinión pública, porque no salen en los medios de comunicación, porque nos hemos acostumbrado, porque está el proceso y el problema catalán acaparando portadas, tertulias, comentarios, artículos y todo lo habido y por haber. El bucle, el día de la marmota, el desafío democrático y las frases grandilocuentes sobre la libertad de los pueblos, el “tú más, pues anda que tú”, mientras normalizamos el horror de millares aquí al lado. Tan cerca, pero tan lejos.
Hace un mes el barco de Proactiva rescató a más de 300 personas en una embarcación de madera frente a las costas de Libia. La mayoría eran eritreos y había 50 mujeres embarazadas y 32 bebés. Haid Aman, con solo tres meses, murió mientras esperaban la ayuda, el rescate, la evacuación, por parte de los italianos que eran los que estaban más cerca. No llegaron a tiempo; tardaron un día en responder. Laura Lanuza, portavoz de la ONG cuenta también que en noviembre rescataron a más de 900 y mientras lanzaban sus tuits y mensajes en las redes sociales la respuesta por parte de los medios de comunicación fue prácticamente nula. Sin eco. “O diez segundos antes de deportes, como si no pasara nada, como si fueran bultos. Es la conciencia individual la que está fallando porque en noviembre estaban todos centrados en Catalunya-España. Y así seguimos”, asegura.
Òscar Camps tiene la misma impresión: “Hemos llegado a tener a más de 500 personas a bordo y que no le importe un carajo a nadie, no salía en ningún sitio, como si no interesara. ¿El proceso? Es lamentable que nos politicen, o que lo intenten, porque nosotros salvamos a personas abandonadas en el mar; pero sí, lo hemos notado con la falta de donaciones que es de lo que subsistimos. Han caído y saldrá la misión número 41 hoy de de Malta gracias a los ahorros y a los fieles. Cada día en el mar nos cuesta 7.500 euros y los permisos para la tripulación, la formación, los convenios, tenerlo todo en regla para poder rescatar, el gasoil, el aceite, el mantenimiento… No es el proceso el que nos está haciendo daño, sino ser invisibles, no estar en los medios y, por lo tanto, que la gente se olvide y la UE más tranquila, claro. Tenemos menos donantes que personas a las que hemos salvado”.
Italia firmó un acuerdo con Libia por el que pagó más de 200 millones de euros para “frenar el flujo migratorio” hace un año. Al Ministerio del Interior español le ha costado 135 millones (por ahora) evitar la llegada de inmigrantes desde las costas del África Occidental hasta las españolas, según un informe interno al que ha tenido acceso ‘El País’ y que se publicó el pasado lunes. Lo que no se ve no existe y las organizaciones no gubernamentales cada vez tienen más problemas para hacer su trabajo, que no es otro que el de salvar vidas. La maquinaria propagandística, mientras, funciona a todo trapo para acusarles de fomentar y poner en riesgo a los desesperados que deciden subirse en lanchas de juguete después de huir de la barbarie y ser explotados y vejados. “¿Pero hasta dónde estamos llegando? Somos cómplices de las políticas de nuestros respectivos gobiernos, que están haciendo todo lo posible, a cualquier precio, para que estas personas no lleguen a Europa y así no sean nuestro problema. Si no denunciamos, protestamos o difundimos, cada uno desde su pequeña parcela, si callamos, todos somos cómplices, todos”, zanja Òscar Camps que avisa también de la tolerancia que hemos desarrollado ante el dolor: “Es el pueblo el que salva al pueblo. Si con nosotros no es suficiente y mueren cada día ante nuestros ojos, si no estuviéramos nadie lo sabría, no quedarán testigos, desaparecerán ante nuestra total indiferencia y eso es intolerable. Debería resultarnos intolerable”.
Hoy zarpará de un puerto de Malta la misión 41 de Proactiva Open Arms. En un barco viejo con remiendos. Con el frío, el oleaje. Lo asumen “y no nos desanimamos, vamos a seguir”, asegura Òscar Camps, pero necesitan ayuda. Si no se la damos, tendremos que preguntarnos por qué. Urgentemente. Porque no es el procés, somos nosotros. Eres tú.
*En su página web está toda la información y la cuenta para hacer donaciones
https://www.proactivaopenarms.org/es/dona
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