“Quiero ser importante”, dijo él. Debes ser importante, le exige ya el culé. Le ha llegado el momento de hacer el click. De abandonar el teórico proceso de adaptación y adentrarse en el de la deseada liberación. Llegó a precio de crack, con un Mundial en el currículum y el convencimiento del club de que a la tercera iría a la vencida. Tras el fiasco de Coutinho y la frustración de Dembelé, con Griezmann todo iba a ser distinto. El francés, adaptado ya a la Liga española, complementaría sin fisuras el tridente. La afición lo recibió ampliamente convencida. Pasados los meses, sin embargo, lo que se impone ahora en el entorno es el recelo con el que le recibió el vestuario. Son ya demasiados partidos en los que Griezmann provoca todo tipo de muecas, y no son precisamente de satisfacción.
A nueve partidos de cerrarse su primera Liga en el Camp Nou, y con la Champions en el horizonte, Griezmann debe cambiar ya el paso. Aún siendo los partidos a puerta cerrada, al francés le acompaña cierto run run. Toca poco balón, apenas remata, ni tan siquiera combina. En Mallorca, Braithwaite tuvo más focos que él. Ante el Leganés fue Ansu Fati el que le robó el brillo que, por jerarquía, le correspondería. El francés necesita ya hacer suyo un partido. Por actitud no será. Trabaja a destajo, presiona arriba, ayuda abajo. No cesa en su empeño de hacerse ver. No hay jugada en la que no tire un desmarque, no busque un movimiento. Sin embargo, son pocos los balones que lo eligen como destinatario. Una situación que podría entenderse en los primeros partidos, pero que clama al cielo pasados diez meses en el club. El constante movimiento de Griezmann queda reducido a la mínima participación. Setién debe encontrar el camino para activar al francés. Pasa por hacer que los asistentes lo vean. O por hacer que Griezmann se mueva mejor. Pero urge una solución.
Las opciones culés de reeditar la Liga y reconquistar la Champions pasan por el rendimiento de los cracks. El de Messi se da por descontado. De Luis Suárez se confía que muestre su mejor versión tras la lesión. Pero el atajo hacia el doblete pasa por completar el tridente. Por precio, currículum y calidad, a Griezmann se le exige más. Celebramos los goles de Braithwaite, nos enorgullece el desparpajo y la calidad de Ansu Fati, pero al que se espera es al francés. Mañana, en Sevilla, partido grande y nueva oportunidad para él. El francés debe ser el primero en dar un paso al frente. El equipo tiene que apostar ya por una mejor relación. Setién no puede eludir la responsabilidad de lograr la mejor versión del delantero. El club no puede permitirse un tercer fiasco en su necesidad de hacer olvidar a Neymar. “Quiero ser importante”, dice Griezmann. Es hora que su deseo se haga realidad.
