Fue a lomos del tridente. Era el segundo triplete de la historia, una nueva página del ciclo más bello jamás contado. Berlín culminaba la década prodigiosa iniciada en París. El 6 de junio de 2015 se ganó la quinta. Lo que no sabíamos es que, cinco años después, aquella seguiría siendo la última. Rememorar Berlín nos invita a la nostalgia de aquello que fuimos, pero no sabemos si volveremos a ser. Resulta desconcertante como se marchitó todo aquello. Cinco años después de Berlín, una máxima torpedea cualquier ataque de optimismo: “no nos alcanza”. La frase, repetida por Messi y mal aceptada por otros, no puede ser más demoledora. El argentino, cansado de descubrir a diario la soledad en el campo, marca la pauta también en nuestra relación con Europa. La tan bien definida como linda y deseada va camino de convertirse, cinco años después de besarla por última vez, en algo parecido a una obsesión. Mientras empezamos a calcular cuántos años le quedan a Messi, nos preguntamos cuándo habrá otro Berlín, otro Wembley, otra Roma u otro París.
Pasado un lustro del cada vez más lejano 2015, el Barça colecciona fiascos. Al principio las derrotas podían considerarse meros accidentes, peajes propios de la competición que todos anhelan. Caer ante el Atlético en cuartos de 2016 dolió, pero era algo que se podía asumir. 2017 debería haber marcado un antes y un después. El milagro de Sergi Roberto disimuló la afrenta de caer en París (4-0), pero multiplicó la frustración de ver como te vapuleaban en Turín diez días después. Jugaba todavía entonces Neymar de azulgrana, no está de más recordarlo para los actuales nostálgicos del brasileño. Ya sin él, Roma nos ruborizó. Con la lección teóricamente aprendida, lo de Anfield ya no tuvo perdón. Caída libre. A pesar de contar con el mejor. De nuevo su frase: “no nos alcanza”.
Es Messi el único argumento que mantiene al Barça en la esperanza del quizás. Rodéenle bien, dejó como legado el entrenador que sublimó al 10. Se consiguió en Berlín, pero aquello fue un punto y aparte. Desde entonces, vivir de rentas ha resultado fatal en Europa. Los que se fueron, lo hicieron por voluntad propia, nunca el club se atrevió a meter mano en el vestuario. No se preparó el relevo de los Xavi e Iniesta, se menospreció la importancia del lateral derecho, se dilapidó el montante recibido por Neymar. A día de hoy, todo se fía a Messi. El argentino, asumiendo rol de capitán y jerarquía de líder, trata de espolear al vestuario y exige acierto a los despachos. “Hay que estar fino y mejorar lo que tenemos”, reclama a la directiva. Ganar la Champions es tremendamente complicado. Pero teniendo al mejor en tu equipo, no debería parecer imposible. La última Champions se ganó en 2015. Tiempo y derrotas suficientes. Ya no hay más excusas. El fútbol dictará su ley, pero el Barça debe exigirse al menos una idea que permita no ver Europa como una quimera. Con Messi en el club, clama al cielo no ser capaz de hilvanar un discurso para rebatir el “no nos alcanza”, la frase que, cinco años después de Berlín, retrata al actual Barça.
